
Despertar
La suavidad del despertar lo hizo olvidar por un segundo, una milésima de segundo en donde estaba.
Cuando se quiso incorporar, el dolor de la cintura que provoca un piso frío y húmedo después de unas horas de dormir poco y mal, le recordó que había pasado otra noche debajo del alerito de esa ochava poco transitada frente a la vieja fábrica, que ya tenía más de 30 años de inactividad, y en la que le habían contado que había trabajado su abuelo, al que no conoció porque murió joven. De hecho, las causas de la muerte habían sido en gran medida, los químicos inhalados durante años en esa misma fábrica, que si bien le habían permitido comprarse una casa que se perdió por no poder pagar el crédito hipotecario cuando su abuela enviudó, y no poder cobrar una pensión porque nunca habían hecho los aportes previsionales, los llevó a deambular de alquiler en alquiler aun cuando su mamá, a los 17 años, quedó embarazada de él, y sola porque el padre se borró y, tal como pasó con su abuelo, tampoco lo conoció, aunque esta vez fue por decisión del sorete ese. Épocas de cero asistencia social, así que la abuela siguió limpiando casas, y recomendó a su mamá para que vaya a limpiar otras apenas pudieron llevarlo a él a una guardería municipal, el único lugar en el que se aseguraron que desayune y almuerce, porque las patronas pagaban como dormía él ahora: Poco y mal.
Y así hasta que la abuela murió, aunque a él le parecía viejita, y no tenía sin 60 años, trabajando hasta el último día. Y un par de años después la madre, que entre la mala alimentación que recibió cuando murió el padre, y el pucho y el alcohol con el que alivianaba la carga que era para ella esa vida, apenas pasó los 40…
Y apenas 14 años tenía él cuando empezó a vivir en la calle, comiendo en alguna iglesia, en Algún comedor comunitario, en la casa de alguna vecina que lo recordaba de alguno de los barrios por los que deambuló de pensión en pensión cuando era chico.
Abrió los ojos y apenas a unos centímetros, la tapa del diario que aislaba su cabeza del frio cemento, lo impactó con un título en rojo, para llamar más su atención: EL PAÍS TIENE NUEVO PRESIDENTE, RENACEN LAS ESPERANZAS DEL PUEBLO.
Y sonrió, mientras arrancaba con el carrito con el que cartoneaba. Al fin, los chistes pasaron de las contratapas a ser noticias principales en los diarios.