Jueves, 24 de Julio del 2025

Despertar de un dia cualquiera de un hombre cualquiera

Despertar de un dia cualquiera de un hombre cualquiera

Se levantó de un salto sin despertarse todavía, y de reojo comprobó que ella no estaba. Encaró a la cocina para poner la pava, suponiendo que se estaba duchando, y quiso ganar tiempo. Al pasar, vio la puerta del baño abierta de par en par, entonces entendió que seguramente se había ido a trabajar, sin siquiera despedirse, con la misma frialdad con la que desde hace meses vienen compartiendo cama, casa, vida.

Por un segundo, otra vez le vino a la mente la necesidad de sentarse con ella a hablar, pero esta vez para tomar alguna definición que les alivie de ese tedio, de esa monotonía insana en la que los sumergió la rutina burguesa, burocrática. Ese pensamiento fue inmediatamente reemplazado por otro un poco más hipócrita, pero absolutamente pragmático, que le gritaba dentro de su mente la imposibilidad de vivir sin ella, lejos de ella.

Se metió a bañarse, y el chorro del caño ante la falta de la flor de la ducha fue mucho más eficiente y concreta que cualquier tipo de elucubración, y después del segundo enjuague del shampoo, otra vez estaba enfocado en cómo resolver la distancia, ante la posibilidad terrorífica de perderla, de perderse.

Se secó el pelo enérgicamente mientras salía hacia la cocina en busca del primer mate que lo termine de asentar, que culmine con esa sabiduría y templanza que trae el primer mate de la mañana. Y mientras acomodaba como podía ese pelo rebelde y enrulado que tanto le gustaba a ella, sonrió pensando en qué podía cocinar a la noche para cenar juntos. Y se propuso tal vez el más difícil de los desafíos que encara un hombre: No permitir nunca más que su estupidez, y el permanente autoboicot, le impidiese ser feliz. Menuda tarea…