Martes, 5 de Agosto del 2025

La vuelta

La vuelta

Durante 16 horas, había estado en lo que llamaron pomposamente la “fila virtual”. La realidad es que estuve sentado frente a una computadora esperando que me toque poder adquirir las dos entradas que iban a hacer que cumpla uno de mis sueños, de esos que uno cree imposibles: junto a mi hijo, íbamos a ser parte de LA VUELTA. La sorpresa iba a ser para él, así que para que el combo sea completo, le dije que lo esperaba en la pizzería del barrio, en la que había conocido a la madre, y a la que lo llevaba cuando era tan chiquito que apenas entendía que esa remera, el flequillo y las zapatillas de lona que le poníamos, significaba ser parte de algo mucho mayor a ir a un show en el que la mayoría estarían vestidos muy parecido a él.

Llegó tarde, mirando con cierto desdén a la gente que estaba en otras mesas, de los cuales no pude identificar a nadie, salvo el mozo que era el mismo flaco, ahora canoso y con algunos dientes menos.

Hacía algunas semanas que no lo veía, y los últimos mensajes no me los había respondido, seguro que, enquilombado con el laburo, la novia, la facultad, el fulbito con los pibes. La vida… Me preguntó si había pedido, y le dije que sí, que había pedido la fugazzeta rellena que siempre comíamos ahí. “Te acordás? Antes o después de LOS RITUALES”, le dije como para darle una pista, para adentrarlo en tema también.

Me miró, los ojos fríos, mostrando el mismo vacío que tenía cuando la madre se fue a vivir al exterior con su pareja nueva y él se fue a vivir con mi vieja hasta que se independizó.

-¿En serio me decís, viejo? ¿No te enteraste? El gordo Carlitos, que era el que las amasaba, se murió hace unos años. Trajeron un pibe que tenía un puesto de tortillas parrilleras acá a la vuelta, hace la misma masa, pero te las vende como pizza. Encima desde que se fue todo al carajo por la inflación, la muzzarella es de segunda, el jamón es paleta. Y se ve que, para ahorrar gas, ni cocinan bien la cebolla, sale cruda.

Casi como en un acto reflejo, me salió una respuesta automática; “Bueno, hijo. ¿Qué sea como antes…No te gustaría?”, esperando una devolución positiva y ahí si contarle por qué estábamos ahí, en ese lugar.

-Basta Viejo…Comamos la pizza, dale. Pero nunca más va a ser como antes. Y hablando de eso. ¿¡Te enteraste el quilombo que se armó por LA VUELTA!? Además de que era IMPOSIBLE porque el Zurdo ya no está, y la banda sin el Zurdo es como una pizza con masa de tortilla parrillera, ¡encima se bajó el Enano! ¿Quién va a toca el bajo? Muzzarella y paleta de segunda. Encima resulta que la banda es una marca, y que uno de los dueños es el manager, que sería como creer que la pizza de acá es rica porque sigue el mozo sin dientes. Y a los demás, los llevan de las orejas como chico para la escuela, es como la gente de las otras mesas, no reconozco a nadie. ¡Qué sentimiento de mierda la nostalgia, Viejo! Logra que se vendan 7 estadios completos para ver algo que ya no existe. LA VUELTA de algo que nunca fue así…Parezco un viejo, pero creo que ser viejo es prestarse a que la nostalgia te haga creer que todo tiempo por pasado fue mejor. Mañana es mejor…Gracias por haberme dado tanta buena música, viejo. Los discos están ahí, todavía me puedo emocionar y saber que es un tatuaje azul que llevo en el alma. ¿Pero sabés qué? ¡Que la nostalgia se vaya a la concha de mi madre!

Lo miré impávido, sintiendo que la cultura rock, anclada en mi hijo, otra vez se estaba despertando. Como toda respuesta, le dije: “Escuchame, Dylan. Yo me voy a parar, y voy a salir con carpa. En dos minutos, hace lo mismo, te espero en la esquina. Vamos a casa, tengo unas milanesas que hice ayer, listas para meter al horno, a la napolitana, tengo muzza de la buena, y jamón posta. Que se vaya a la concha de su madre la nostalgia!”