
Ecos de la historia
La historia de nuestro país está marcada por las luchas entre quienes ostentan el poder económico y quienes dejan su vida en la búsqueda por construir una sociedad más justa y equitativa. En el medio existen los barriletes, aquellos que van para donde circule el viento y cuyo horizonte es acomodarse donde no haya demasiadas turbulencias. Es la misma situación que transitamos en la actualidad.
Mientras políticos y funcionarios se pelean en la virtualidad, los jubilados resisten en las calles las golpizas de unas fuerzas entrenadas para cuidar el oro del amo; mientras los líderes sindicales mantienen sus sillas calientes, los trabajadores resisten el día a día con las migajas que les arrojan; y mientras debatimos por las formas y lenguajes, los excluidos de todo sistema intentan sobrevivir. Pero la desigualdad no se sostiene en el tiempo si quienes sufren el día a día no están convencidos de que el padecimiento al cual son sometidos forman parte de un orden establecido. Bienvenidos entonces a la batalla cultural. Al quiebre de paradigma. A la disputa no solo por el dominio de los recursos sino también de los símbolos que determinan nuestra identidad nacional. Los funcionarios actuales solo son la mano de obra barata que instalará una nueva estructura de pensamiento.
El día posterior al 24 de marzo, el gobierno decidió destruir una obra que homenajeaba al escritor e historiador Osvaldo Bayer ¿Por qué? Porque es necesario destruir aquello que Bayer representaba. Osvaldo Bayer fue un historiador que empeño su vida en investigar, divulgar y cuestionar los símbolos sobre los cuales construimos nuestro ser nacional. Nos enseñó el recorrido de aquellos obreros y militantes que asumían su compromiso con la vida y sus ideales. Arbolito, Severino, Soto son solo algunos de los personajes de nuestra historia que resistieron a la injusticias y dieron pelea con cuerpo y alma para cambiar los destinos que se pretenden predeterminados. Expuso los apellidos que se repiten trágicamente en nuestra historia de exterminio y saqueo: los Pereyra Iraola, los Oromí, los Unzué, los Anchorena, y otras tantas familias que sustentan su patrimonio sobre la sangre derramada del pueblo. Demostró la deuda que como sociedad tenemos con los hechos de nuestra historia, los cuestionamientos que aún nos faltan saldar. Esa historia que se empeña en romper los vínculos generacionales de luchas colectivas.
Cuando contaba con 18 años me topé con un texto que decía: “Vivir en monotonía las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir, es solamente vegetar y transportar en forma ambulante una masa de carne y de huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita, la rebelión del brazo y de la mente” este fragmento pertenece a Severino Di Giovanni, su vida fue retratada por Osvaldo en su libro el idealista de la violencia. Es tiempo de decidir entonces si seremos parte de los resignados o si alzaremos la rebelión a nuestra mente y cuerpo.